Zar

Aunque mi niño no fue mi primera acogida, si fue mi primera adopción oficial, hasta ahora solo había recogido perros de la calle, carretera, obras, intentado salvarles la vida y derramando miles de lágrimas viendo como se iban sin poder ayudarles.

Zar me ha enseñado tanto, me ha traído ternura, y me ha ayudado a levantarme cada mañana con un propósito, verlo cada día más feliz , verlo disfrutar de la vida, verlo correr disfrutando de cada zancada, de cada palabra de animo  y de  aliento que le digo cuando lo veo saltando y disfrutando. Zar ha llenado mi vida en un momento que necesitaba que me quisieran y me mimaran, en un momento que yo necesitaba, mimar y dar todo lo que llevaba dentro, este pequeño terremoto, me ha ayudado a ver la vida de otra manera, con otros ojos, ojos especiales que de repente ves como el mundo que te rodea cambia y se sacude, como un viejo árbol que consigue quitarse las hojas secas de encima que solo hacen que molestarle. Un cambio tan radical que estuvo latente en mi corazón, pero nunca encontró el momento ni el apoyo para salir. Y ahora me hace tan feliz ser así que no será difícil sino imposible que vuelva al pasotismo, al egoísmo, a aquella vida que no me aportaba nada, con la que no me identificaba, con la que no era feliz.

Zar mi ángel de cuatro patas ha abierto la puerta, consiguió encontrar esa pequeña ranura que aún quedaba, empujo con su hociquillo y aquí estamos, ayudando, enseñando, cuidando, curando, animando, alentando, mimando, porque es lo que nos hace ser lo que somos, como somos y así tanto él como yo, disfrutamos de la vida de otra manera, con otro color y sabor.